Oh, éste es el animal que no existe.
Ellos no lo sabían y con todo
-sus andares, su porte, su cuello,
hasta la luz de su mirar callado- lo amaron.
Es verdad, no existía. Pero porque lo amaron llegó a ser
un animal puro. Dejaban siempre espacio.
Y en el espacio, claro y reservado,
levantó levemente la cabeza y apenas necesitó
existir. No lo alimentaban con grano,
únicamente con la posibilidad de ser.
Y ésta le dio tal fuerza al animal
que de su frente salió un cuerno. Un solo cuerno.
A una doncella se acercó él, blanco,
y fue en el espejo de plata y en ella.
Ranier Maria Rilke
Revista Parabola
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