Si, pues, uno ve a Aquel que provee de Belleza a todas las cosas, pero que la da permaneciendo en sí mismo y que no recibe nada de nadie en sí; si uno permanece en esta contemplación gozando de Él; ¿qué belleza le faltará todavía?
Al alma se le impone una lucha titánica, en la que debe realizar su máximo esfuerzo, a fin de no quedarse sin participar de la mejor de las visiones; si el alma logra llegar es feliz gracias a esta visión beatífica. “El verdadero y el único desgraciado es aquel que no descubre lo bello; para obtenerlo es necesario dejar a un lado los reinos y la dominación de toda la tierra, del mar y del cielo, si, gracias a este abandono y a este desprecio, puede volverse hacia El para verlo.”
El hombre no debe quedar aprisionado por las bellezas de los objetos sensibles; antes bien, ha de reconocer en ellas sombras, reflejos de otra Belleza que es su fuente y ha de tratar de remontarse por esta escala de seres y bellezas relativas hasta llegar a la Fuente de todas ellas. Por encima de todos los grados en que la Belleza es participada en la escala de los seres está la Belleza en sí, que se identifica con el Bien, Belleza eterna e inmutable, inagotable, fuente de las demás bellezas.
Como Ulises escapó de los encantamientos de Circe y Calipso para dirigirse a su verdadera patria. Es este un viaje que no se realiza con los pies, al menos con los pies físicos, sino cambiando una forma de ver por otra y para ello hay que “despertar esa facultad que todo el mundo posee, pero de la cual pocos hacen uso”.
El alma debe ir ascendiendo en la contemplación de la belleza de manera gradual. Primero viendo las obras bellas, no las de arte, sino las de los hombres de bien. Luego es necesario ver el alma de aquellos que realizan las obras bellas.¿Y cómo puede hacerse esto? Mirando sobre uno mismo. “Si tú no ves todavía la belleza en ti, haz como el escultor de una estatua, que debe ser bella; toma una parte, la esculpe, la pule, y va tanteando hasta que saca líneas bellas del mármol. Como aquél, quita lo superfluo, endereza lo que es oblicuo, limpia lo que está oscuro para hacerlo brillante, y no ceses de esculpir tu propia estatua, hasta que el resplandor divino de la virtud se manifieste, hasta que veas la temperancia sentada sobre un trono sagrado.”
Porque debe el ojo hacerse de la misma naturaleza que el objeto de su visión para poder contemplarlo. El alma no verá lo Bello si no es bella.Plotino
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