¿Qué escuchará un surfista cuando escucha la palabra mar u océano?
Seguramente se trata de algo que provoca más gratitud que miedo,
pues nombra algo inconmensurable de lo cual nadie puede apoderarse por entero,
que alimenta y que destruye, que es dócil y es brutal, que es una conciencia impersonal manifestándose a través de la interacción de los seres que viven en ella,
que son expresiones suyas y la conforman en cada una de sus partículas.
Un equilibrio entre la hospitalidad y la intemperie que ha fascinado la imaginación de todos los pueblos y que revivimos cada vez que vemos a un niño observándolo y descubriéndolo
sobre la arena húmeda de la playa: porque volver al mar, tanto para los que no nacieron en él,
como para los que adoptaron su nacionalidad o su credo, el mar siempre tiene algo de recién descubierto o de recién inventado: una maquinaria infinita, una criatura única y múltiple
que nos hace partícipes de nuestra condición pasajera y fugaz en el mundo
del modo que sólo puede hacerlo, durante las noches, el cielo estrellado o las mareas de las estrellas.
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