Después de un largo peregrinar acompañando a mi amiga
a fisioterapeutas y masajistas, buscando solución a un problema muscular,
llegamos a la consulta de un masajista chino que nos habían recomendado.
Nos hicieron esperar un cuarto de hora en una sala muy acogedora
con muebles suntuosos de estilo oriental y plantas de interior.
Sobre la mesa una caja grande y roja con forma de corazón
y adornos dorados que contenía unas pastas con aspecto rancio y reseco
que calculé serian de la época de la dinastía Ming,pero lo que más
llamó mi atención,es que al lado de la caja roja, había otra que contenía
palitos de limpiarse las orejas.
Mi amiga y yo nos miramos con los ojos como platos y estallamos en carcajadas.
Pasamos a la consulta y tras escuchar el motivo por el que estábamos allí,
el masajista preparó la camilla y ordenó a mi amiga que se sentase en ella en ropa interior
y de espaldas a nosotros.
El chino, levantó los brazos y empezó a girarlos en el aire con una energía y determinación
que todo mi cuerpo se puso en alerta y estuve a punto de levantarme de mi asiento y detenerlo antes
de que pusiese sus manos sobre mi amiga,pero con una rapidez alucinante tocó unos puntos
concretos de su cuerpo presionando con fuerza y provocando gritos de dolor,
tomó cada una de las extremidades y las zarandeó como si fuesen el brazo de una batidora,
hizo crujir los huesos como quien parte nueces,
dobló,desdobló,...Movía aquel cuerpo como un trapo o una sabana.
Y después de 10 minutos,como si fuese Jesucristo,le dijo:
¡levántate y anda!
Mi amiga andaba sin cojera y como recién estrenada.
Impresionante,aunque algo traumático.
Gea