LAS VOCALES DE LA RISA.-MARIO SATZ



Habiendo perdido a su esposo, Savitri una joven viuda, 
se encaró con Yama, Dios de los muertos, 
en el instante en que este se disponía a llevarse el alma del difunto.
” Devuélveme a mi esposo o llévame contigo, señor de la muerte”, le dijo. 
“La vida y la muerte- comentó Yama- no se planean atendiendo 
a los caprichos de una mujer desconsolada. Tu marido viene conmigo”. 
“Entonces os seguiré a donde vayais”, dijo Savitri.
 Lo que causó gracia a Yama, quién, ante semejante absurdo,
 rompió a reír consciente de que ningún mortal podía cruzar las fronteras 
del mundo subterráneo, y seguir con vida. 
A pesar de ello la viuda lo siguió. Al llegar al borde mismo de la tierra, 
Yama se detuvo: “Estoy a punto de entrar en los dominios del sol” advirtió, 
“Y en ellos solo yo puedo sobrevivir, porque soy hijo de Surya, el astro rey.
 Ni siquiera los otros dioses pueden soportar la intensidad de su calor. 
Pero, verás, como premio por tu fortaleza te devolveré la vista tu suegro Senapati, 
para que pueda mantenerte en tu viudedad” 
“!¿De qué le sirve, interrogó Zavitri a Yama, a un padre la vista si no puede ver a su hijo?!”, 
dicho lo cual se acercó al sol sin quemarse.
 Asombrado, al contemplar ese milagro, Yama se detuvo, diciéndole: 
“Alguna deidad te protege. Como regalo adicional haré que Senapati, 
tu suegro, recupere todas las riquezas perdidas”. “ ¿De qué sirve un reino sin herederos?”, 
insistió la viuda, aferrándose tan fuertemente a Yama, que este no pudo entrar al Reino de los Muertos 
mientras llevara consigo, a más del alma del muerto, a alguien vivo. 
“! Un último regalo y nada más!”, rugió Yama. “Hazme madre de cien hijos”, solicitó Savitri. 
“Concedido”, respondió Yama. “¿Y cómo podría ser, señor, si no tengo marido?”.
 Entonces Yama se echó a reír tan fuerte, sus carcajadas fueron tan imponentes que el valle de los esqueletos y el mar de las cenizas y las olas del polvo y las montañas de las ánimas desconsoladas 
se asomaron al borde mismo de su resurrección. 
“No en vano te llamas igual que Savitri”, comentó Yama, el señor de los muertos, 
“La diosa de la sabiduría. Vuelve a la tierra pues encontrarás a tu esposo vivo,
 y de paso, puedes quedarte con los demás regalos porque me has hecho reír, 
y quién hace reír al responsable de las almas de los muertos, 
merece que éstas vuelvan al cuerpo de los vivos”.
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