Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras
se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme,
por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos,
en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo,
para congratularnos o para pedir perdón,
hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla.
José Saramago